El periodista Clodovaldo Hernández, cuadrado desde hace años con el proceso rojo rojito, que sigue escribiendo en El Universal, donde tiene muchos años y es respetado, funge  además de ser el entrevistador estrella en el pasquín que reparte gratuitamente la Alcaldía Libertador a cargo de Jorge “Audi” Rodríguez.  El primordial objetivo de CiudadCCS  es hablar mal de las demás alcaldías caraqueñas a cargo de Ocaríz, Blyde, Grateron, DoNacimiento, incluyendo la Metropolitana de Ledezma, además de caerle diariamente a la gobernación de Miranda. De allí han querido implantar la matriz de que el municipio con más crímenes es Sucre y que el estado con cifras similares es Miranda. Nunca ven la paja en el ojo propio pues Libertador se gana a todos en criminalidad.
Volviendo al colega, en “CiudadCCS” su compromiso con el proceso chavista a veces es más tenue dependiendo de quién es el sentado en el banquillo. A veces se le sale la lisonja roja al funcionario de turno, pero la mayoría de las veces se esfuerza en mantener cierto equilibrio. Por ello, viendo la incertidumbre y pasividad  que manifiesta el gobierno de Chávez, de el-Aissami, de Maduro, de Nicia Maldonado, de la Fiscal Ortega y de Diosdado y sus asambleístas rojos ante la supuesta matanza de indios en nuestro territorio, encontré éste artículo de Hernández, publicado el pasado 23 de abril de 2010 donde reclamó acciones del gobierno al que admira y sigue por una matanza  de cinco Yanomamis. Sus palabras, todas, una por una, se actualizan hoy con esta matanza de indígenas de esa misma etnia en una dimensión 16 veces superior a la de hace dos años. Hoy son más de 80 yanomamis los que habrían sido asesinados por garimpeiros brasileros.
Aquí su valiente denuncia de hace dos años (24/4/2010) en el diario libre e independiente El Universal, (no en CiudadCCS), en su artículo semanal de los viernes:
Matanza yanomami en la V República

“¡Hey, Nicia!, ¿qué tal si se da una vueltecita por el Alto Orinoco?”


CLODOVALDO HERNÁNDEZ |  EL UNIVERSAL
Viernes 23 de abril de 2010
Hay enigmas dignos de un shamán: por ejemplo, si tenemos un Ministerio de Pueblos Indígenas y una comisión parlamentaria de Asuntos Indígenas ¿cómo es que acaban de morir cinco yanomami, presuntamente asesinados con veneno por mineros ilegales, y ni el ministerio ni la Asamblea Nacional se han enterado?
Otras instituciones, como la Fiscalía General, están investigando. Pero el ministerio y los parlamentarios, nada. La página web del Minpi destaca como noticia que el Frente Indígena Socialista participó en el desfile del lunes. También muestra a la ministra Nicia Maldonado, la víspera del 19 de abril, bailando la yonnay el mareemaree en la esquina de Santa Capilla, un gesto que prueba su vocación multiétnica, pues esas son danzas wayuu y kari`ña, mientras la ministra es ye’kwana.
No se les puede restar importancia a esas manifestaciones culturales poco conocidas en estos predios del centro de Caracas donde sólo se baila música transgénica. Pero, es que nadie ha podido sacar a la ministra de su euforia bicentenaria y decirle: “¡Hey, Nicia!, están envenenando a los yanomami, ¿qué tal si se da una vueltecita por el Alto Orinoco?”.
En cuanto a los parlamentarios, tal vez se encuentren en un viaje místico inducido por el yopo. Ninguno ha dicho una palabra, ni en castellano ni en sus lenguas originarias, sobre la presunta matanza.
Un buen amigo, Alexander Luzardo, se desempeñó como diputado en tiempos de la IV República, una época en la que defender pueblos originarios en el Parlamento era una excentricidad extrema. Luzardo, además, no era del partido de gobierno sino que pertenecía a las minorías más minoritarias (valga la redundancia). Encima, el hombre padece una discapacidad motora (es cojo, digamos entre amigos). Pero, tan pronto ocurría un abuso contra los indígenas, se movilizaba con una agilidad cunaguaresca, salvando grandes distancias geográficas y empinados obstáculos burocráticos. En pocas horas ya estaba renqueando entre tepuyes, montañas sagradas y caños del Ventuari, y había logrado arrastrar tras de sí a otros diputados, jueces, fiscales, militares y hasta reporteros de televisión.
Sin una Constitución indigenista, sin ministerio, sin comisión parlamentaria, sólo con el apoyo del cineasta Carlos Azpúrua, Luzardo puso contra la pared a funcionarios negligentes, mineros (extranjeros y criollos) e invasores religiosos de toda laya.
Me resisto a aceptar que la V República, tan prolífica en avances políticos y legales en beneficio de los pueblos indígenas, tenga que envidiarle algo a aquellos tiempos primitivos. Pero, mientras la ministra siga bailando la yonna, ese pasado -cojo y todo- gana la partida.