martes, 26 de junio de 2007

Lucha de clases y economía

Una buena lección de economía para los marxistas.
Gracias de antemano por sus comentarios.

Antonio Francés // Lucha de clases y economía

El sistema de empresa privada ha permitido elevar el nivel de vida en un clima de libertad. Las críticas marxistas al sistema de empresa privada tienen base real, la
deshumanización y explotación del trabajador era un hecho notorio en el siglo XIX, y no ha desaparecido. Sin embargo, hay un error fundamental en ver la economía como un juego suma cero. En una economía basada en la innovación, como la actual, el juego nos es suma cero, todos pueden ganar y vivir cada vez mejor. Además, hay que tomar en cuenta actores tan importantes como los emprendedores, los innovadores, los gerentes, los profesionales y los ahorristas, además de los obreros y los capitalistas.

La creación de valor se basa en satisfacer necesidades, muchas veces artificiales, pero no por ello menos importantes. Por ejemplo, el omnipresente teléfono celular se puede considerar como una necesidad inducida, pero cambia la vida de las personas, los pobres en particular. La mayoría son fabricados en China, por un décimo de su precio de venta. Los marxistas consideran que el otro noventa por ciento es plusvalía que se apropian los capitalistas, en este caso las empresas transnacionales. Al extremo, los chinitos que los ensamblan deberían recibir el cien por cien del precio de venta. Con ello ignoran el costo de la investigación y
desarrollo, de la gerencia, del financiamiento y la comercialización.

En la economía de empresa privada, el empresario asume el riesgo de innovar e introducir productos al mercado, cobra un precio acorde con la utilidad percibida por cliente, paga por la contribución de los diversos colaboradores, y se apropia del margen resultante. En esto reside su motivación para emprender, el motor primordial de la economía. Además, la reinversión de las utilidades expande el empleo. Un problema distinto es si algunos de los actores económicos, como la alta gerencia y el capital financiero, reciben una remuneración desproporcionada con relación a la mano de obra. Los sindicatos y las políticas públicas lucharon y lograron cambiar esa proporción en muchos países.

Para los ensambladores en China, contar con un empleo estable es un avance con relación a la alternativa del trabajo rural, sobre todo si les ofrece perspectivas de mejora. Así comenzó Japón, seguido por Corea del Sur y Singapur, y podemos ver a dónde han llegado. Esos países adoptaron una estrategia exitosa para elevar el nivel de vida y nivelar el ingreso:aumentar la inversión, educar la fuerza laboral, y producir para el mercado mundial con la mejor tecnología disponible.

A pesar de que la Revolución Industrial fue ante todo una erupción de innovación, la visible explotación dejó una huella profunda en la mente de los marxistas, sensibles al impacto negativo de esa innovación y ciegos a su potencial de progreso. Desde entonces, el sistema de empresa privada ha permitido elevar el nivel de vida de una población mundial en expansión, en un clima de libertad creciente, y corregir sus propios excesos. Todavía está por aparecer una versión del socialismo que pueda igualar tal desempeño. Si lo pretende el llamado Socialismo del Siglo XXI, tendrá mucho que aprender del capitalismo moderno.

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