miércoles, 21 de septiembre de 2011

Moises Naim: 11S, Obama, PR, Gadafi, Hugo Chavez

10 años después del 11S, la verdadera amenaza para Al Qaeda son los jóvenes de la primavera árabe
11-Sep Cristina Marcano
El analista internacional afirma que una de las lecciones de esta década es que no existe la guerra al terrorismo. "El terrorismo es una técnica y uno no le declara la guerra a una técnica, sino a enemigos muy concretos". Agregó que "la única manera de contrarrestar el terrorismo asesino islámico era que se activaran los musulmanes moderados"
Lo ha escrito y lo sostiene: el 11 de septiembre no cambió al mundo para siempre, como se pensó que sucedería hace 10 años cuando kamikazes islámicos pulverizaron las Torres Gemelas de Nueva York y se estrellaron en el Pentágono. "En esta década el mundo ha cambiado de maneras profundísimas -asegura Moisés Naím- pero muy pocas de ellas están relacionadas con el 11S".
Alérgico a los clichés, el columnista venezolano de mayor proyección mundial, autor de más de 10 libros sobre economía y política internacional, afirma que "mucho más transformador del mundo que el 11 de septiembre ha sido la crisis financiera de 2009, que implicó más vidas y cambió más países". A eso suma una realidad contrastante y alentadora.
"En esta década, China, India, Brasil y otros países han sacado a millones de personas de la situación de pobreza. Entre 1990 y 2008, 1.300 millones de asiáticos se incorporaron a la clase media, tres cuartos de los latinoamericanos lograron lo mismo, y en el Subsahara africano el número de personas que salió de la pobreza se multiplicó por 2", indicó.
El ex ministro y ex director de la revista Foreign Policy (1996-2010) pone de relieve otro cambio fundamental. "Twitter y Facebook no existían el 11S y sabemos que son tecnologías que en muchos países han contribuido a crear todo tipo de oportunidades económicas, políticas, sociales y personales, etc.".
Del 11S destaca, como impacto sociocultural permanente, la exploración intelectual sobre la percepción de Estados Unidos en el mundo y los disparadores de los atentados terroristas.
"En Estados Unidos hubo tres clases de reacciones: la primera, bélica, de contraataque, que fue la guerra de Afganistán y la guerra, muy poco motivada, sobre Irak; la segunda, el fortalecimiento de sus fronteras, lo que llaman homeland security y la tercera, fue una exploración intelectual acerca de por qué sucedió eso, conducente a tratar de entender qué es lo que motiva el antiamericanismo asesino".
Siempre ha habido antiamericanismo en muchas partes, pero nunca al extremo del antiamericano suicida, nihilista, de Al Qaeda y de los extremistas islámicos, señala Naím.
"Una de las conclusiones de esta tercera clase de reacción fue darle una inmensa prioridad a que se reactivaran, o se activaran, los musulmanes moderados. Ésta es una gran religión en la que hay más del 1.000 millones de personas, que fue secuestrada por un grupo extremista, medieval, asesino, que dice representar a todo el pueblo musulmán, pero que en realidad sólo representa un grupo minoritario".
Explica que fue así como surgió la idea de que "la única manera de contrarrestar el terrorismo asesino islámico era que se activaran y que se empoderaran los musulmanes moderados, y eso fue un objetivo muy importante".
Otro objetivo que considera igualmente importante hoy es la necesidad de que se activen y retomen su grupo los moderados del partido republicano (PR) estadounidense.
"Los republicanos extremistas han secuestrado al PR introduciendo una agenda radical que va mucho más allá de lo que son los valores, ideales y objetivos de la organización; hemos visto que están poniendo en peligro la estabilidad de Estados Unidos y la del mundo. La negociación que hubo hace poco sobre la extensión del límite del techo de la deuda del Gobierno de Estados Unidos fue, básicamente, capturada por los senadores del Tea Party, que estaban dispuestos a ‘hacer estallar el avión', diciendo que a ellos no les importaba que el país entrara en cesación de pagos y, por lo tanto, se produjera una crisis financiera mundial, a menos que fuesen aceptadas sus condiciones en su totalidad".
El analista califica esa actitud intransigente de terrorismo político. "Los republicanos radicales no se llegan a suicidar ni a matar a otros, pero su estilo medieval es parecido al de los extremistas musulmanes que secuestraron al Islam. 10 años después le doy una inmensa importancia a que los moderados y la gran mayoría silenciosa del PR retomen el control de su partido y disminuya la influencia que tienen los extremistas que lo han capturado".
Osama Bin Laden está bajo tierra, ¿qué tanto puede inhibir o estimular su muerte a otros terroristas?
Una de las lecciones de estos 10 años es que no hay tal cosa como la guerra al terrorismo. El terrorismo es una técnica y uno no le declara la guerra a una técnica sino a enemigos muy concretos. En este sentido, lo que está claro es que Al Qaeda, si no está acabado, está muy disminuido y constantemente hay noticias de que han sido o capturados o eliminados algunos de sus principales líderes. Un chiste frecuente en los círculos de seguridad de Estados Unidos es que no hay ningún cargo más peligroso que ser el número 2 de Al Queda. Una vez a la semana matan al número 2 de Al Queda. Como organización, ha perdido muchísima influencia; como idea e inspiración, como franquicia, continúa siendo un polo atractivo para una gran cantidad de personas. Sin embargo, le ha salido el competidor más poderoso e insospechado que podía tener. La verdadera amenaza para Al Qaeda y los extremistas islámicos no son Estados Unidos ni los países de occidente; la verdadera amenaza son los luchadores por la libertad de la primavera árabe que le han dado a esos jóvenes desesperanzados del norte de África y del Medio Oriente -de los cuales muchos no tenían otra alternativa que pasar el día en la mezquita orando o unirse a Al Qaeda- otra vía de expresión, otra esperanza, otra posibilidad de vida que es luchar por la libertad de sus países y por lograr desembarazarse de unos tiranos que los venían oprimiendo por décadas.
Al Qaeda se ve ahora amenazada y atacada en dos frentes: un frente militar y de inteligencia de Estados Unidos, y un frente ideológico, y de ejemplo, que le han dado los luchadores democráticos por la libertad.
¿Encuentra algo novedoso en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina y, en particular, hacia el Gobierno de Venezuela con la presidencia de Obama?
No mucho. América Latina tiene que competir siempre con otras prioridades de Estados Unidos. Cuando el Presidente se levanta todas las mañanas le dan el PDB, (President´s Daily Brief, por sus siglas en inglés), que significa el Reporte Diario al Presidente, un resumen de lo que han recogido todas las agencias de inteligencia de esa nación y de sus aliados durante las últimas 24 horas. En esa lista, generalmente, aparecen temas tales como lo que está ocurriendo con el mundo árabe, o el desarrollo del programa nuclear de Irán, o cosas que están pasando en Corea del Norte o en China o en Europa, o las consecuencias políticas de la crisis mundial financiera. Dentro de esa lista, a América Latina le cuesta mucho aparecer, afortunadamente.
El Presidente de Venezuela pidió a los países del grupo BRIC -Brasil, Rusia, India y China- y del ALBA iniciar una contraofensiva diplomática a favor de Gadafi. ¿No es sincero de su parte, y revelador al mismo tiempo, su defensa de personajes como éste y otros del mismo corte?
El presidente Hugo Chávez tiene una fuerte propensión a desarrollar vínculos afectivos con los más sanguinarios tiranos de nuestro tiempo. Hay pocos tiranos actuales a los que no les ha demostrado una alianza fraternal. No hay que olvidar que él fue a visitar al Presidente de Siria y era realmente histórico verlo felicitando al presidente Bashar al Assad por su conducta democrática. Ese es un presidente que está masacrando a su pueblo. Lo mismo son las expresiones de admiración, afecto, reconocimiento, con el presidente Lukashenko, que es universalmente reconocido como el último tirano de Europa. Y la lista sigue: los abrazos a Mugabe, el afecto y la idolatría por Fidel Castro, la cercanía con Daniel Ortega, la pasión por Gadafi. Es ridículo que un jefe de Estado, a estas alturas, con la información que se tiene, esté dispuesto a salir a defender a alguien como Muamar el Gadafi, a quien hasta sus propios hijos y sus más cercanos aliados retratan como un personaje insólitamente nefasto. El presidente Chávez va a hacer el ridículo en todo el ámbito mundial. Va a desprestigiarse él y a su país sólo por una solidaridad con un líder sangriento. Eso dice mucho sobre su disposición y su estado mental, sobre lo que siente realmente con respecto a la democracia y los derechos humanos, y lo que opina acerca de jefes de Estado que están dispuestos a matar a sus conciudadanos de una manera despiadada. Al presidente Chávez le tiene sin cuidado que Gadafi haya estado dispuesto a asesinar a mansalva a inocentes libios con tal de retener el poder.
En un reciente artículo usted aseguró que la furia callejera se ha vuelto contagiosa, ¿cómo se explica que los cubanos hayan aguantado tanto? ¿Llegará alguna vez la primavera a Cuba?
Los analistas siempre dicen que esos gobiernos son inamovibles y que su caída es imposible hasta que caen y tienen que explicar por qué esa caída era inevitable. En todos los análisis las predicciones decían que esos regímenes eran de una fortaleza que los hacía inmutables y permanentes. En estos momentos, desde afuera, el régimen de Cuba -que tiene medio siglo aprendiendo cómo manejar el país de manera policial utilizando censos y listas, e información para aplicar selectivamente la represión de forma brutal- se ve como inexpugnable hasta que caiga. Cuando caiga, al día siguiente va a haber una larga lista de analistas que van a explicar por qué era inevitable esa caída.
La revista The Economist publicó recientemente un artículo titulado "Venezuela regresa a la Edad Media en materia económica" ¿Cree usted que es una apreciación particular del semanario británico o una percepción compartida en el mundo?
Son los números, eso no es una opinión. Cada vez que el presidente Chávez tiene oportunidad dice que a él le encanta la matemática, que es muy importante y que los números no mienten. Claro, la matemática de él es sumar y restar; pero la matemática, efectivamente, no miente. Tiene razón. Si a él le gusta, lo que hay que decir es que la opinión de The Economist y, en general, el consenso mundial es que en Venezuela hay una catástrofe económica. Y eso no es opinión de nadie, eso es matemática; sumar y restar. Todos los datos indican que Venezuela tiene una inflación de las más altas del mundo; que en momentos en que el resto de América Latina crecía, sólo Venezuela y Haití entraban en recesión, y que en Venezuela el empleo productivo -no el del sector público ni el que es producto de subsidios y dádivas- no crece. Las matemáticas también indican que no hay ni una sola empresa nacionalizada ni una sola finca, no hay nada que el presidente Chávez haya nacionalizado cuya producción sea superior a la que era cuando fue nacionalizada. Eso no es opinión, es matemática. Y como al presidente Chávez le gustan las matemáticas, lo que tiene que hacer es que sumar y restar para darse cuenta de cuáles son los resultados de su gestión económica.
Moisés Naím obtuvo el Ph.D. y la maestría del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Fue ministro de Industria y Comercio, director académico del IESA, director del Banco Central de Venezuela, director ejecutivo del Banco Mundial y director de la revista Foreign Policy, que circula en 160 países (1996-2010). Este año obtuvo el premio Ortega y Gasset por su trayectoria profesional. Su libro Ilícito ha sido editado en 18 idiomas.

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