martes, 12 de mayo de 2009

El gobierno ha obligado a la disidencia a sumergirme

"Hágase un Ejercicio. Supóngase, como un ejercicio intelectual, que Chávez se queda sin las brigadas antimotines de la Guardia Nacional y de la PM (que no es toda la GN ni toda la PM). Entonces, el país entero, chavista y antichavista, tomaría las calles. Los obreros de Guayana y los petroleros, los maestros y los transportistas, entrarían “en Palacio” y las brigadas paramilitares de asalto, sin el auxilio de los escuadrones de la GN y la PM, pegarían la carrera."
El Gobierno ha obligado a la disidencia a sumergirse, a no decir sus estrategias
Carlos Blanco
Mayo 10, 2009
Por unvenezolanomas
En Opinión
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¿Y las masas?… En su casa…

Las fuerzas que apoyan a Chávez están cada vez más raleadas. La escasez de asistentes a las convocatorias oficiales indica desgana; cansancio con el gas carbónico monocorde que emana desde arriba. Lo que el caudillo ofrece no se quiere; lo que se quiere, no lo ofrece. El prócer de otros tiempos es ahora el congestionado, panzudo y rabioso represor.


En los predios de la disidencia ocurre un fenómeno parecido. Las masas que por centenares de miles recorrían Venezuela, durante varios años, no están, con el volumen y la frecuencia de antes. Se verificó un fenómeno que hizo que la corriente democrática se desentendiera de la acción cotidiana, no porque abandonara su posición frente al despotismo, sino porque no confía en la dirección política. Este fenómeno se palpa en la calle; los estudios muestran la disonancia radical entre el descontento masivo que hay contra el Gobierno y el escaso apoyo a los partidos.

Las masas molestan. Antes del referendo del 15 de febrero varios dirigentes mostraban su incomodidad con el movimiento estudiantil en la calle. Decían que su movilización no era conveniente porque se podía caer en “provocaciones”, y los ciudadanos, ante posibles hechos de violencia, se asustarían y no concurrirían a las votaciones. No es de extrañar, con esa visión, que se disminuyera la actividad en la calle salvo la controlada; lo cual no se refiere sólo a las “marchas” sino a la conflictividad social en general. No hacer olas, era la consigna.

Esta actitud tuvo su antecedente en los tiempos previos al revocatorio de 2004, cuando hubo un amago insurreccional el 27 de febrero de 2004. A partir de ese momento, algunos dirigentes políticos comenzaron a invalidar el papel de la sociedad civil porque su acción en la calle enturbiaba las tratativas que habrían de conducir a la victoria opositora en el RR y, de seguidas, al esperado reconocimiento por parte del Gobierno. Eran los tiempos en los que se negociaba con Jorge Rodríguez, dueño del CNE. Recuerden que el gato aseguraba a los ratoncitos que la invitación era para una cordial piñata.

La sociedad civil que había participado de la dirección política, conjuntamente con los partidos, fue desterrada. Los partidos y algunas personalidades, tanto del mundo empresarial como del comunicacional, tomaron la dirección. Lograron algunos éxitos (el más importante fue dirigir la política del referendo en 2007), cosecharon fracasos también, pero el hecho central es que mandaron a la gente a sus casas, salvo que fuera en acciones que fortalecieran la estrategia “por arriba” de esa dirección. Aquel movimiento cerrero de las calles se fue apagando entre la brutal represión y la concepción según la cual era a los partidos a los que correspondía decidir qué hacer y cuándo; posición que se fortaleció más desde aquella acción memorable de la abstención de 2005, impuesta de abajo hacia arriba y de afuera hacia adentro de los partidos, que muchos dirigentes tomaron como afrenta inaceptable.

Las masas fueron enviadas a sus casas. No se hicieron chavistas, se replegaron. Ahora son necesarias, ante la evidencia de la brutalidad represiva, pero no salen como antes porque las condiciones son otras. Comienzan a salir de otra manera, en conflictos específicos.

Los partidos estaban mal antes de la llegada de Chávez y ahora están peor. Están peor porque están bajo un régimen autoritario que los quiere ahogar, porque no han renovado su proyecto, porque están fracturados internamente, y porque se han zambullido dentro del personalismo y la ausencia de democracia interna. Eso podría cambiar, pero no bajo una atmósfera de represión. Algunos dirigentes-que no los partidos a los cuales pertenecen- tienen vara alta y capacidad de conducción; pero son ellos, no sus organizaciones. No debe dejarse de observar la pelea ridícula que algunos mantienen contra otros por eventuales candidaturas, que en el actual panorama suena a mentecatez. Es como discutir sobre el color de la alfombra cuando el recinto en el cual aspiran a colocarla coge candela por los cuatro costados.

En estas condiciones, las masas no saldrán a la calle como antes, ni tampoco una dirección responsable puede proponerlo, para que sean objeto de brutal agresión. Algo sustancial ha cambiado, los demócratas -sin dejar de serlo- en su mayoría han desechado las ilusiones según las cuales el régimen respetaría algunas reglas democráticas; se vuelve a asumir que para que haya elecciones limpias en Venezuela, primero habrá que derrotar políticamente a Chávez.

No es lo mismo tener simpatías hacia Chávez que apoyar la represión a cargo de guardias y policías. No es poco, pero no es todo y, al final, puede ser nada.

Los partidos. Los partidos existentes son necesarios, pero no son suficientes y probablemente no sean la fuerza principal de las luchas, tal como están planteadas. Apenas se dice esto, suele salir la bobería según la cual este reconocimiento es antipolítica. No; no lo es. Es, apenas, la constatación de la precaria salud del enfermo, lo cual no implica el deseo de su fallecimiento.

Ahora la Represión. El hecho de que Chávez haya decidido desconocer la Constitución ha cambiado el panorama. Desconoció el resultado del referendo de 2007 y el de las elecciones de gobernadores y alcaldes a los que despoja de atribuciones y recursos; desprecia los derechos de los trabajadores a la contratación colectiva; niega el derecho de propiedad (como no puede dar casa, tierras y comida, se las quita a los demás), y también los de los ciudadanos, cuando los reprime violentamente.

Lo Que Viene. El Gobierno ha obligado a la disidencia democrática a sumergirse, a no decir sus estrategias en los medios de comunicación ni a anunciar sus movilizaciones como se hace en una democracia. Es asombroso el creciente número de ciudadanos que procede a organizarse de manera no secreta, pero sí discreta. Iniciativas diversas comienzan a florecer, la imaginación vuelve a hacerse presente. La conflictividad de los trabajadores aumenta; la queja de los barrios se hace más sonora. La fuerza sin rostro de la calle ha iniciado su trepidar. Allí comienzan a estar organizaciones de la sociedad civil junto a partidos, viejos y nuevos. Esta dinámica, a la cual ha obligado la represión, no es controlable. Los ciudadanos tejen sus redes.

Hágase un Ejercicio. Supóngase, como un ejercicio intelectual, que Chávez se queda sin las brigadas antimotines de la Guardia Nacional y de la PM (que no es toda la GN ni toda la PM). Entonces, el país entero, chavista y antichavista, tomaría las calles. Los obreros de Guayana y los petroleros, los maestros y los transportistas, entrarían “en Palacio” y las brigadas paramilitares de asalto, sin el auxilio de los escuadrones de la GN y la PM, pegarían la carrera.

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