jueves, 13 de septiembre de 2007

¿Para qué tanto disimulo?

Elides J. Rojas L. // ¿Para qué tanto disimulo?

La reforma está llena de medias tintas. Si ya hacen lo que les da la gana.
No tengan pena, sigan. Sobran las ideas para ser incluidas en la reforma constitucional que, de paso, antes de debutar en sociedad salió de los proyectistas cubanos, pasó por la comisión local, recibió el baño individual de algunos de los sabios del neosocialismo militar, tocó el cielo con el retoque personalísimo del
futuro rey y, con más cautela que compromiso histórico, le otorgaron una limosna de vida a la agonizante Guardia Nacional antes de que se la trague el comunismo territorial.

Ese corto tránsito por la política cotidiana criolla ha servido para que se expongan los conceptos más alocados y los disparates de mayor alcance, siempre con el fin último de jalarle los reales mecates a su majestad.

Después de la gloriosa zambullida de Ameliach en las baldosas centenarias de la Asamblea y otras penosas raspaduras de rodilla de otros no menos dignos próceres del proceso revolucionario, no ocurrirá nada que logre sorprender. Lo que viene es adulación, arrastre y propuestas a la medida del gusto y capricho del rey.

Que los adolescentes de 16 años voten es nada. Vayan directo. Que los niños y niñas puedan sufragar a partir de los 3 años, cuando ya distinguen claramente entre una imperialista y venenosa compota Gerber y un delicioso caldo e' ñame producido en serie por la cooperativa La bala fría.

¿Reelección continua? ¿Para qué tanto recato? Díganlo directo. Reelección eterna, hasta que Dios quiera y hereditaria. ¿Autonomía del BCV? Sin más vueltas. A lo que vinieron. Múdenlo ya para Miraflores y abran un cajero electrónico contra las reservas en el mismo Palacio. Que seis horas de jornada laboral. Es demasiado. Con dos horas basta. Si a ver vamos en China trabajan como esclavos y son muchos. Aquí con dos horas tenemos. ¿Universidades? Sin rodeos. Elimínenlas. Todos a la Academia Militar. Es la mejor opción. Nada de Efofac, eso está muerto. Ejército es lo que paga.

Como los debates políticos y discusiones de leyes son una farsa, eliminen eso también. Con sinceridad. Donde está la Asamblea se puede hacer un desarrollo endógeno de maíz y montar una procesadora de harina que a la larga acabe con la Harina Pan y se la ponga fácil a la otra, la tal Pancha. La de los amigos. De eso se trata.

¿Para qué una transición? Todo este esfuerzo para medias tintas. Aprovechen el momento. Terminen de regalar los dólares ajenos a cuenta de integración, entierren aquí a Fidel y cámbienle el nombre al Cementerio General del Sur por el de Olimpo de Revolucionarios. Que todo el mundo se vista de rojo y reconozca el liderazgo supremo, al estilo Ameliach. Creen otros ministerios para incorporar al Gabinete al CNE, la Defensor´ía, la Fiscalía, la Contraloría. ¿Para qué tanto disimulo? Reformen todo lo que quieran. Cambien lo que se les ocurra. Y, claro, sigan haciendo lo que les dé la gana

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