domingo, 11 de noviembre de 2007

Baduel es lo que parece

Pareciera que Baduel es realmente lo que parece.
vdebate

MILAGROS SOCORRO
msocorro@el-nacional.com

B aduel es lo que parece.

Pocas semanas después del 11 de abril de 2002 fui a la Comandancia de la Cuarta División Blindada y Guarnición de Maracay a entrevistar al general Raúl Isaías Baduel (nacido en Las Mercedes del Llano, estado Guárico, el 6 de julio de 1955).
Durante el viaje hasta la capital aragüeña, que hice con un profesor de la maestría de Ciencias Políticas de la USB, gestor del encuentro, ambos temíamos que a última hora el hombre se echara para atrás. No fue así.
Baduel dijo que conversaría con la prensa y cumplió.
En aquel momento, Baduel era noticia por ser el salvador del presidente Chávez. De hecho, al comenzar el diálogo, hice un comentario en el que daba por sentado que él había mediado con los oficiales que habían retenido a Chávez, en La Orchila, para evitar que aquellos intentaran un enfrentamiento; y Baduel no negó esa afirmación.
La conversación se sustentó en la certeza de que había sido él, personalmente, quien había cambiado los acontecimientos, puesto orden en la FAN, rescatado al Presidente y propiciado su devolución a Miraflores; y en ningún momento terció para modular estas premisas o introducir matices en la percepción de los hechos.
Esto era así. No tenía discusión. Por lo tanto, no se molestó en repasar los recientes acontecimientos. Quería hablar de otras cosas. El propósito de Baduel –por eso aceptó la entrevista– era dar un mensaje institucional. Una especie de caletre que, en el tono que Baduel imprime a sus alocuciones, era una lata.
Al menos, a mí me parecía aburridísimo lo que estaba diciendo: "Hay factores externos a la institución que persisten en atribuir a la FAN un rol que no le está dado, el de ser instrumento del cambio político. Y son factores extraños a la institución los que andan propiciando una confrontación, cosa muy preocupante porque si en Venezuela llegara a producirse una situación de violencia generalizada, nadie estaría exento de resultar afectado. [...] lo que el país demanda es un ejercicio de ciudadanía: apegarnos a la Constitución y a las leyes, que cada uno de nosotros, desde su puesto, dé su aporte para sacar al país adelante; hacer esfuerzos por la concordia, por el diálogo, por la mesura, porque si el país se va al traste, todos nos iremos con él".

Ahora que la defensa de la Constitución constituye un acto de disidencia, estas declaraciones cobran un significado especial pero entonces eran una obviedad. Por si fuera poco, Baduel, con el swing de quien reza el rosario, a cada rato apelaba a reglamentos: "... si bien es cierto que el artículo 330 nos confiere el derecho a ejercer el voto, también está taxativamente señalado allí que los soldados en actividad no podemos participar en funciones de proselitismo o militancia política. Y es claro el 238 cuando habla de que somos una institución esencialmente profesional, al servicio de la Nación, es decir, que no estamos al servicio de una persona o parcialidad política".
Quién iba a pensar que Baduel no estaba hablando de ese momento, hace cinco años, sino del que llegaría tras colgar el uniforme. Yo no lo pensé. Por eso me entretuve mirando el decorado
de su oficina, que comparé con un restaurant chino por la imaginería oriental que ostentaba (he podido decir que el lugar parecía un pesebre, por la cantidad de adornos, santos, muñequitos...).

Al redactar la entrevista temí que aquella retahíla de convenciones del perfecto oficial careciera de interés; y entonces incluí algunos párrafos en los que describía el contexto físico y reproducía el fragmento del diálogo en que el general Baduel, amante del canto gregoriano, respondía, a mi
pregunta de si había estado en Europa, que no lo había hecho... en esta vida, sino "en una anterior, transcurrida en el siglo XV", cuando –según aseguró, con la misma expresión con que recitaba códigos militares– había vivido en Alemania.
Cómo me arrepiento ahora, cuando Chávez pone al Poliedro a pedir a gritos el paredón para Baduel, de no haberle pedido que se explayara en afirmaciones como ésta: "A los soldados se nos enseña que, cuando tenemos algún reclamo, debemos hacerlos en términos respetuosos y moderados a través de nuestros canales regulares".
Al momento de titular, espigué unas palabras de esta declaración: "No me arrepiento en lo absoluto de haber sido el factor definitivo de la restitución del Presidente. Yo cumplí con mi deber de soldado y de ciudadano. Y exijo que no me endilguen el rol de árbitro de la política venezolana, porque no lo soy ni me interesa serlo".

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